RESONANCIAS

Música para tiempos de Antonio Palacios
Resonancias. Música para tiempos de Antonio Palacios
Mayo 2024 - Junio 2025

19:30 h

Auditorio

Entradas: 7 €

CentroCentro se hace eco de la celebración del 150 aniversario del nacimiento de Antonio Palacios, arquitecto de algunos de los edificios más emblemáticos de Madrid, entre los que se incluye el Palacio de Cibeles. El ciclo RESONANCIAS, recupera y revisita los sonidos, ritmos y músicas que pusieron banda sonora a las primeras décadas del siglo XX: de aquellas provenientes de París (Ravel, Turina, Fauré, pero también Ricardo Viñes y Federico Mompou), a otros estilos novedosos y que cobraron cuerpo en el cuplé, la copla o el jazz.

Conciertos

28.05.2024 Un Madrid de escritoras, soñadores, espías y cafés. Laia Falcón y Alberto Rosado

12.06.2024 Présence lointaine. Sofya Melikyan

La resonancia ocurre cuando un sistema es capaz de almacenar y transferir fácilmente energía entre dos o más formas de almacenamiento diferentes (como energía cinética y energía potencial en el caso de un péndulo simple).

El columpio y el péndulo son símbolos que han acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Conexión entre cielo y tierra, también representan la certeza acerca de la dualidad que constituye el trasfondo que acompaña a todo lo humano. Ese ir y venir, ida y vuelta, puede resumir uno de los signos más sintomáticos del tránsito hacia la modernidad del siglo XX. A su modo, el paso de los siglos XIX y XX fue el momento en el que España quiso sumarse a los nuevos aires que animaban al resto de Europa. Pese a su gravedad e intensidad, el trauma del 98 sirvió de acicate para tomar conciencia de la necesidad de abandonar ciertos lastres que impedían que el país se acomodase, siquiera parcialmente, a los tiempos y ritmos de su contexto. Síntoma de todo ello fue la disputa, de la que en modo alguno fue ajeno el resto de Europa, entre tradición y modernidad. Esa dicotomía caracterizará el debate nacional, alcanzado significativamente al pensamiento y la creación, siendo ejemplo paradigmático la generación del 14.

Un campo especialmente interesante para entender y hacer comprensible esta dialéctica es el de la arquitectura. Y posiblemente uno de los ejemplos que mejor la sinteticen sea el de Antonio Palacios. La carrera del arquitecto gallego ocupa buena parte de la primera mitad del siglo XX. Junto con Otamendi, su primer encargo de envergadura será el Palacio de Telecomunicaciones, cuya primera piedra se coloca en 1907. A partir de ahí, firmará algunos de los proyectos más emblemáticos de la ciudad de Madrid, pudiéndose decir con rotundidad que la imagen urbana del Madrid que se asomaba a la primera modernidad del siglo es obra de Palacios. Como elemento de control, cabe indicar que su idea de la arquitectura no se alineaba con los planteamientos de la vanguardia más radical derivada del movimiento moderno o del racionalismo. Hay un lenguaje absolutamente contemporáneo en el ámbito de la técnica -el tratamiento del hierro y el vidrio- pero clásico y tradicional en la forma y el ornamento.

A lo largo de 2024, Madrid conmemora el 150 aniversario del nacimiento del arquitecto que sentó las bases de su evolución hacia una metrópolis que se acomodara al siglo XX, moderna y dinámica. Hasta su muerte en 1942, la transformación de la ciudad no sólo se atuvo a aspectos estrictamente formales. Su idiosincrasia y sus ambientes también experimentaron una profunda transformación, de la que la música, al igual que otras artes, no fue ajena.

Dinamismo, exotismo, apertura de miras, curiosidad, insolencia, pero también conciencia de su importancia, tanto en términos académicos como estrictamente sociológicos, la música adquiere un nuevo rumbo hacia territorios poliédricos. Es aquí donde vuelve a cobrar sentido la imagen de ida y vuelta, inestable, no fijada, del columpio y la metáfora de la resonancia a la que podemos asociarla. Entendemos esta como lo que ocurre cuando un sistema es capaz de almacenar y transferir fácilmente energía entre dos o más formas de almacenamiento diferentes. En esa definición se alberga implícitamente esa idea de cotidianeidad de la dicotomía y la disputa entre extremos. Madrid atiende a la música que está cambiando el universo sonoro en Europa. Serán muchos los músicos españoles que viajarán a Paris ávidos de conocer de primera mano la obra creada por Debussy, Ravel, Fauré o Satie. Los aires simbolistas e impresionistas comenzaran a sonar pronto en Madrid, aportando una atmósfera sonora que apuntala esos deseos de modernidad. Sin dejar de lado, claro está, la controversia y el desagrado.

Igual de interesante, o quizás, más aún, fue el giro que adoptaron las músicas más populares o de más amplia acogida. La zarzuela y el café cantante comparten espacio con la copla y el cuplé, en un episodio de desenfado extensible al total de la sociedad, complejo de rastrear hacia atrás en el tiempo, y difícil a la hora de establecer analogías hacia el futuro. Todo ello con un alcance de índole sociológico que incidió en la creación de una escena paralela en el Madrid de entonces que homogeneizó cuestiones sociales, económicas y de género. Es el momento en el que el ocio opera un cambio radical en la ciudad, que se manifestó, sobre todo, en la multiplicación de los cabarés, los salones cantantes y otros espacios donde se adoptaron otras formas de socialización. A todos ellos, como último invitado, se sumará pronto el jazz, en un episodio que habla bien a las claras del deseo de la ciudad de acompasarse en ritmos y tiempos a la modernización que atravesaba Europa. Son los años de pleno asentamiento del cine, aun mudo, pero acompañado en directo de un modo muy especial de entender la música. En todos los casos, trepidación, alegría y un aire desenvuelto y relajado, inspirador e inspirado en la fiesta.